Bibliotecas y futuro

Los niños esbozan qué quieren ser “de grandes”. Se imaginan a sí mismos de tal o cual manera. Llegado el último grado de su primaria hacen su primera elección en este sentido: la escuela secundaria con alguna orientación. Lo cierto es que el niño rara vez elige, y si lo hace es en función de seguir a sus amigos.
Por un lado, la elección de un futuro se hace por semejanza, por lo que conocen; por el otro, quien elige la educación superior y realiza los trámites, en líneas generales, es un adulto a cargo. Pero ¿Qué pasa en las familias donde no hay mayores responsables? ¿Quién instruye a estos adultos en las ofertas académicas posibles? ¿Qué criterios usan a la hora de elegir las escuelas? ¿Tienen herramientas como para hacer el trámite de manera en linea? ¿Saben escribir o comprender cómo llenar un formulario?
Mucho se habla del desarrollo de la imaginación a través del juego y la lectura. Sin embargo, las últimas dos generaciones perdieron la capacidad de relacionarse “en vivo” con otros pares y el hábito lector. Disminuyeron los juegos en la calle, se achicaron las bibliotecas familiares, no leen los padres ni leen los hijos y con ello, destruyen también la posibilidad de los mundos imaginarios.
¿Qué es imaginar y para qué sirve? Según el diccionario es “representar idealmente una cosa, crearla en la mente // Crear, inventar // Pensar, suponer”
En una piedra, un artista ve una escultura potencial. Primero lo imaginó, es decir que lo representó idealmente en su mente, y luego lo convirtió en una realidad, en una obra.
Con el futuro pasa lo mismo. Primero es necesario tener la capacidad de imaginar algo que no existe, en este caso, un mañana posible.
¿Cómo es posible que niños y padres imaginen algo que no conocen? Alumnos de séptimo y sexto grado fueron a una visita a un museo y la guía les preguntó si alguno de ellos sería ingeniero o arquitecto. Nadie respondió. Les preguntó si les gustaba dibujar y varios de ellos levantaron la mano. Sencillamente no sabían qué hace un arquitecto o ingeniero porque no pertenecen a su mundo, a su cotidiano. Ni sus padres, ni sus abuelos, ni los tíos ni los vecinos son profesionales de ningún tipo ¿Cómo podrían imaginarlo? ¿Cómo podrían imaginarse a sí mismos como algo que no conocen? A este mismo grupo de niños se les pidió que describieran su futuro adulto y, como era de esperar, a excepción de dos de ellos (una que dijo presidenta y otro escritor) el resto se vió como los modelos que conocen, peluqueros, pequeños comerciantes, en su mismo barrio.
Y ahí es donde entra la biblioteca. El centro de información sobre las cosas de las que uno no tiene idea. Las colecciones de referencia (donde están las guías del estudiante, los directorios, y materiales con data dura) generalmente no son los que llegan a las escuelas en los planes de lectura. Allí es donde debe intervenir el bibliotecario gestionando las adquisiciones necesarias para sus usuarios. No sólo eso, se pueden organizar ferias, salidas, encuentros con profesionales diferentes para dar un pantallazo de las posibilidades a las que aspirar, mirar videos, escuchar podcast, todo lo que esté a la mano.
La biblioteca, luego ofrece la información para ampliar el conocimiento nuevo adquirido o, mucho mejor, un nuevo interés hasta antes desconocido.
Las bibliotecas, a partir de su información, crean futuros posibles.