La risa como idioma universal
La biblioteca trata de crear vínculos. Es muy difícil “garantizar el derecho a la información”, “promover el desarrollo de mi comunidad”, “brindar información”, si no tengo idea de con quién estoy tratando. A diferencia de un buscador que anticipa tus deseos o tus preguntas; tener una persona por delante, de carne y hueso, es capaz de leer tu cara, de entender aún cuando no puedas explicar lo que te pasa. Todo el mundo está enloqueciendo con la inteligencia artificial con la que podes, incluso, mantener conversaciones en linea.
Hay algo que no puede hacer una pantalla: reírse.
No hay JIJIJI comparado con una risotada contagiosa. No hay cosa más estimulante que hacer reír a otro porque implica por nuestra parte un ejercicio de dobles sentidos, de situaciones imaginarias, de comparaciones disparatadas, de exageraciones. Cuando hacemos humor practicamos el pensamiento lateral, ponemos en juego el cuerpo, fortalecemos el vocabulario, creamos complicidad, un entendimiento diferente entre dos personas.
A cada cuál le divierten distintas cosas. Si uno hace chistes de humor negro y nuestro interlocutor se ofende, se cortó el código común. Si usamos metáforas y el que escucha es muy concreto, no se reirá. Por el contrario, cuando nace esa comunión entre dos que se rien de lo mismo, basta una mirada para explotar en carcajadas.
Si la biblioteca es vínculo, qué mejor que usar la risa como idioma universal.
Cabe preguntarnos si tenemos colecciones, audiovisuales o contenido que apunte a promover el jolgorio. ¿Le damos un lugar de importancia? ¿Generamos ambientes propicios para la diversión? ¿Cultivamos nuestro buen humor?
Acá les comparto mi aporte. “Idas en aislamiento, Vueltas con vacuna” (ilustrado por Héctor “Toto” Melgarejo) y “encontrando Idas y Vueltas” (con ilustración de Pato Camino)
Este jueves 20 de abril lo presento en CABA (Juan Jaures 715, Abasto) a las 18.30 horas. Es un bar, habrá música, otros autores y excusas para quedarnos brindando y compartiendo después. Los espero.