¿Qué hacemos con los adultos no lectores?

Adultos no lectores
Así como los padres creen que hacer deportes está bien y llevan a sus hijos al club para que desarrollen su cuerpo (aunque ellos mismos no corran ni al colectivo), lo mismo podría pasar con la lectura.
Esto es, en la práctica, llevarlos a bibliotecas aunque a ellos les importe un comino leer, pararse ante la vidriera de una librería con el mismo interés con el que ven los zapatos.
El libro, como tal, es lo más antinatural que existe. Es un producto enteramente cultural y por lo tanto el acercamiento tiene que ser premeditado, comprarlos o regalarlos como pelotas o muñecas.
Promoción a la lectura en la escuela
“Nosotros preguntamos qué recuerdos tienen del libro antes de aprender a leer y siempre son buenos. Remiten a alguien que les prestaba atención y les leía. Después, con la escolarización, pierden el interés. Lo asocian al deber, a la obligación” nos cuenta Joel Hernández, de la biblioteca El colibrí de Monterrey, México.
“Hay planes de lectura bien intencionados, pero cuando se aplican de forma uniforme, todos leyendo el mismo libro, a la misma hora, como forma de ejercitar la lectura silenciosa, sin posibilidad de elección, se transforma en una tarea más. Así es el plan nacional mexicano de lectura por 20 minutos diarios. Esa sensación queda asociada y si no hay ningún estímulo externo que lo haga ver distinto, así queda.”
Este fenómeno no es casual. El interés es contagioso, pero el desgano también.
Cuando los docentes van a la biblioteca a “depositar” a los alumnos y juegan con el celular mientras se narra un cuento, se percibe. Peor aún es la asociación Biblioteca con el castigo, cuando se usa como calabozo temporal si un niño se porta mal.
Esos adultos que hoy no leen son aquellos niños sin referentes lectores o con malas experiencias. ¿Cómo cambiamos esa percepción? ¿Pensamos en planes de lectura para adultos NO Lectores? Otro factor que se suma es la vergüenza. Son pocos los que, por sí mismos, van a cambiar esa situación y exponerse a asumir que no saben. ¿Podemos romper este círculo vicioso? Claro que sí. Normalizar lectura en voz alta con los adultos padres; explicarles la importancia de su ejemplo. Empatizar con sus antiguas y malos recuerdos para generar nuevos. Invitándolos a escuchar junto a sus hijos y leerle al niño que fue.